«Una de las cosas que más estremece es el olor a cuerpos en descomposición a partir del segundo día»

Lo más positivo para los cinco onubenses de 'Bomberos para el Mundo' que se desplazaron la semana pasada a Turquía, es sin duda haber participado directamente en el rescate de cinco personas, entre ellas un menor de 14 años al que tardaron más de diez horas en extraer de debajo de los escombros. Los cinco aseguran que de todas las catástrofes de este tipo a las que han acudido por todo el mundo, esta de Turquía ha sido la más dura

Son Eugenio Mantero (44 años), Sergio Sánchez Botello (44 años), Juan José García Martínez (45 años), Juan de Dios Rodríguez Linares, (43 años) y Domingo Feria (45 años).

Todos son bomberos onubenses. Algunos del Ayuntamiento de Huelva y otros del Consorcio Provincial, pero todos unidos por pertenecer a la ONG ‘Bomberos para el Mundo’, y por estar recién llegados de Turquía, donde han hecho frente a una las situaciones «más duras» de sus vidas, a pesar de contar todos con una dilatada experiencia en este tipo de catástrofes tras haber estado en los últimos años en los terremotos de México, Ecuador o Haití.

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Pero el trabajo de Eugenio, Sergio, Juan José, Juan de Dios y Domingo, no hubiese sido posible sin la ayuda de Apache, Urco, Ella y Otom, los perros de rescate de la Unidad Canina de dicha ONG, especializados en el rescate de personas con vida sepultadas bajo escombros.

Con ellos han participado casi ininterrumpidamente durante cinco días y cinco noches en una treintena de operaciones de búsqueda y rescate de supervivientes en la devastada ciudad turca de Hatai, una de las más afectadas por el tremendo terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que el pasado 12 de febrero asoló el sur del país y parte de Siria, y que por el momento ha dejado una estela de más de 34.000 muertos, decenas de miles de heridos, y numerosas ciudades y pueblos borrados del mapa.

Pero en medio de la dureza de la situación que han vivido, se traen para España el saldo positivo de haber salvado la vida de cinco personas. Concretamente han realizado dos localizaciones de víctimas vivas gracias a sus perros, así como han participado directamente en la extracción de otras tres: un hombre de mediana edad, otro de avanzada edad y un niño de 14 años, aunque «solo con haber salvado una vida, ya hubiese merecido la pena nuestro trabajo», asegura Juan de Dios.

Lo malo, prosiguen, es que «ese subidón que te da cuando rescatas a alguien, dura apenas un momento. El tiempo de ver el panorama de desolación que te rodea, y de darte cuenta de que es imposible hacer todo lo que desearías para salvar a más gente».

Efectivos onubenses de Bomberos para el Mundo que han estado en Turquía. Foto: Jordi Landero

Para Eugenio Mantero, secretario y miembro de la Unidad Canina de ‘Bomberos para el Mundo’, una de las cosas que más estremece es el olor a cuerpos en descomposición que lo empieza a impregnar todo a partir del segundo día desde el terremoto, de las víctimas fallecidas que están bajo los escombros. «En nuestro caso -añade- una de las cosas más impresionantes es que estuvimos en un hotel que había colapsado y sepultado a unas 400 personas, que se encontraban desaparecidas bajo los escombros. Eso te hace ver la magnitud de la tragedia que tienes delante».

A Sergio, presidente de la ONG, no se le borra de la mente el cadáver de una niña que le recordó a su hija pequeña. «Fue en la primera búsqueda que hicimos y fue un momento muy jodido», señala. Entre lo más duro, Juan José -vicepresidente de la asociación humanitaria- se queda con situaciones en las que «niños, adolescentes, padres o abuelos, que saben que tienen familiares sepultados bajo sus casas, y a los que, tras un rastreo con los perros, les tienes que decir que no hay señales de vida». «Cuando le dices eso a una persona -añade- ves en su cara de inmediato como se derrumba la última esperanzase que tenían de encontrar a sus seres queridos con vida. Es desgarrador y se derrumban delante de ti».

En el plano negativo todos subrayan la «devastación total» de Hatai». Una ciudad más o menos grande donde «prácticamente todos los edificios han colapsado, y lo que no han caído están para derribarlos por los daños que han sufrido». Es «como si hubiese caído una bomba nuclear sobre ella en una situación de guerra, y la destrucción es total».

Efectivos onubenses de Bomberos para el Mundo que han estado en Turquía. Foto: Jordi Landero

En este sentido «se ve mucha gente deambulando por las calles, sin tener donde ir, que lo han perdido todo, que están pasando mucho frío dadas las temperaturas extremas de estas fechas, y que duermen tirados en el suelo, tapados con mantas y chaquetones, y con el único calor que les proporciona una hoguera. Es dantesco», aseguran Sergio y Eugenio.

El primero añade que tras haber vivido la experiencia de Haití, pensaba que iba a ser la más dura, «pero esto de Turquía lo supera con creces». «Nos hemos encontrado un panorama verdaderamente dramático que nos ha marcado a todos. Ha sido muy duro y muy triste, y lo hemos pasado realmente mal durante las búsquedas».

En la misma línea se pronuncia Juan José, que estuvo en los terremotos de México y Ecuador, al indicar que «este, sin duda, es el más devastador y desolador que he visto. Es muy fácil que se te parta el corazón con lo que hemos visto y vivido allí, y el apoyo entre los compañeros es lo que nos ha dado fuerzas para seguir hacia adelante».

Entre lo bueno, todos coinciden en subrayar, sobre todo, las cinco vidas que han salvado, así como el calor humano que han encontrado allí por parte de los autóctonos, «a pesar del drama que están atravesando».

En este sentido Eugenio destaca que tanto los servicios de emergencias locales, como las ONG y el Gobierno turco, «se han volcado con nosotros». Juan José, por su parte, asegura que «siempre que vamos a un terremoto sacamos cosas muy positivas» y, en su caso, se queda con el hecho de que los turcos «nada más llegamos, nos han dado absolutamente todo lo que tenían, y más. Y si no lo tenían lo buscaban como podían. Nos han facilitado tremendamente el trabajo. Y eso es positivo. La humanidad que se genera en estas catástrofes».

Finalmente Juan de Dios -miembro de la ONG- afirma conservar aún en la retina «la cara de asombro del hombre de mediana edad justo cuando lo sacamos», así como las diez horas seguidas y sin descanso que tardamos en hacer un agujero por el que sacar al menor de 14 años, junto con un grupo de mineros locales».

Efectivos onubenses de Bomberos para el Mundo que han estado en Turquía. Foto: Jordi Landero

En situaciones como la de Turquía, ‘Bomberos para el Mundo’ cuenta con un protocolo de actuación que les permite desplazarse a la zona afectadas en poco tiempo ya que cada minuto que pasa es fundamental. Suelen viajar los guías caninos con sus perros, y con poco material: en este caso lo hicieron los cinco onubenses y dos bomberos más del Consorcio Provincial de Málaga.

En este sentido, Juan José explica que, una vez en el lugar, «dependemos del material que se nos facilita sobre el terreno». «En Turquía -añade- para poder extraer a las personas sepultadas le pedíamos el material necesario a la gente de allí, y nos lo iban facilitando: radiales, cizallas, martillos percutores…, y todo tipo de herramientas. Si era imposible conseguir algo, rápidamente pensábamos un plan B para sacar a la persona sepultada, que es lo fundamental». En este caso, concluye, «también hemos contado con la fundamental ayuda de mineros turcos a la hora de abrir entre los escombros los agujeros que nos permitían llegar a las víctimas vivas».

En definitiva, concluyen, ha sido una experiencia «agridulce», como subraya Eugenio, en la que según Juan José «nos involucramos simplemente por nuestra vocación de bomberos, que lleva implícita la ayuda desinteresada a las personas». «De ahí que, aunque vivimos de nuestra profesión, participamos en este tipo de expediciones no solo de forma altruista, sino costándonos encima el dinero en la mayoría de las ocasiones», concluye.

Finalmente todos coinciden en subrayar que todo esto sería imposible sin el apoyo de sus familias y personas queridas, las cuales a pesar de quedarse en casa «en medio de una total incertidumbre y, muchas veces como en Turquía estos días, sin poder contactar con nosotros durante muchas horas por falta de cobertura», son las que en buena medida les animan a seguir haciendo lo que más les gusta: salvar vidas.