Cruzar el río Guadiana para ir a Portugal por Ayamonte era para todos hasta hace 25 años una aventura. Pero especialmente para los que en aquella época eran aún niños. Y es que al hecho de cruzar una frontera para desplazarte a otro país en un mundo mucho menos globalizado que el actual, y a tener que hacerlo en un barco atravesando uno de los ríos más caudalosos de la península Ibérica, se sumaban los trámites aduaneros en ambos lados de la frontera, el sellado de pasaportes y las grandes colas que se formaban ya que entonces era el único medio para ir a Portugal teniendo en cuenta que el paso por carretera más cercano estaba a unos 150 kilómetros, concretamente entre la localidad onubense de Rosal de la Frontera y la portuguesa de Vila Verde de Ficalho.
Pero todo cambió el 3 de septiembre de 1991 con la entrada en funcionamiento del Puente Internacional de Guadiana, una infraestructura que une desde entonces las localidades de Ayamonte y Castro Marim a dos kilómetros de la desembocadura del internacional río, y que actualmente es uno de los puentes más largos de España y el tercero de Portugal (solo por detrás del Vasco de Gama y el 25 de abril, ambos en Lisboa).
A dicho cambio también contribuyó el ingreso en 1986 de España y Portugal en la Comunidad Económica Europea; su posterior entrada en el mercado único; y finalmente la llegada en 2002 de la moneda única, el Euro, que sustituyó al escudo portugués y a la peseta española.
En la última década también se han construido en la frontera onubense hispano-lusa el puente sobre el río Chanza (afluente del Guadiana), que une las localidades de Paymogo (España) y San Marcos (Portugal) y que se inauguró en abril de 2012, y varios años antes, concretamente en 2009, el que une El Granado (España) y Pomarão (Portugal).
Todo ello ha hecho indudablemente que cruzar a Portugal por Ayamonte haya perdido ese elemento aventurero que muchos habitantes de las localidades de la Costa Occidental onubense guardan aún con nostalgia en su memoria. Ahora solo hay que coger el coche y cruzar el puente. Sin barcos, sin fronteras, sin aduanas, y ni tan siquiera con la necesidad de cambiar pesetas por escudos. Ir a Castro Marim o a Vila real de santo Antonio es prácticamente como desplazarse hasta cualquier otro municipio de la comarca.
Pero aún se conserva un elemento que hace de hilo conductor entre el pasado y el futuro: sin duda se trata de los ferrys que aún siguen realizando el trayecto, y que lejos de haber desaparecido, aún siguen transportando a unas 120.000 personas al año entre una y otra orilla del Guadiana según ha señalado a huelvacosta.com Juan Valenzuela, socio de la empresa española que gestiona dicha travesía.
Valenzuela ha subrayado que el Puente Internacional del Guadiana supuso una verdadera quiebra entre el pasado y el presente, entre cruzar en ferry prácticamente por necesidad, como se hacía antes; o hacerlo por gusto o por el simple hecho de participar en una excursión turística, como se hace ahora.
La entrada en funcionamiento de dicho puente también permitió que los onubenses comenzasen a adentrase y a descubrir el Algarve y el Alentejo cuando antes apenas conocían la localidad de Vila Real de Santo António, a la que llegaban en el ferry para aprovisionarse de determinados artículos como sábanas, mantas o toallas, entonces más baratos en Portugal. Tal es así que mientras un año antes de la apertura del puente estos ferrys transportaron a 2.159.942 pasajeros, en 1996 la cifra se redujo a sólo 171.005, para alcanzar actualmente los 120.000 detallados por Valenzuela.
Huelvacosta.com ha querido rememorar con este reportaje aquellos años en los que había que cruzar ineludiblemente en ferry, y que muchos habitantes de la Costa Occidental aún recuerdan con la nostalgia de verdadera aventura que vivieron cuando eran niños.