El hermano del carbonero asesinado a palos en Cartaya hace 17 años pide justicia

El caso del carbonero cartayero Juan José Ribero, que con 53 años de edad apareció “asesinado a palos” hace ya 17 años en el pinar donde tenía los boliches, sigue sin resolverse y el asesino sigue suelto

Un auténtico ‘Expediente X’, al menos en eso parece que se ha convertido el caso sin resolver del carbonero cartayero Juan José Ribero Cordero, que con 53 años de edad apareció “asesinado a palos” hace ahora 17 años en uno de los puntos más recónditos del pinar cartayero: el paraje conocido como Cañada del Pantano, donde tenía los boliches para la producción de carbón vegetal.

El caso provocó entonces una enorme conmoción en Cartaya, además de un gran revuelo mediático que atrajo numerosos medios de comunicación incluso a nivel nacional. Pero a punto de cumplirse 17 años de la aparición de su cadáver, lo cual será este domingo, 22 de abril, la única persona que sigue no solo recordándolo, sino reclamando justicia por tan macabro crimen, es el único familiar que ya en el momento de su muerte le quedaba. Se trata de su hermano, el vaquero y también carbonero Manuel Ribero Cordero, que además fue quien encontró su cuerpo en un regajo, a unos 200 metros del lugar donde tenía los boliches y cuando llevaba ya cuatro o cinco días sin vida. Un hecho que lo situó en los primeros momentos de la investigación entre los sospechosos del homicidio, lo cual fue descartado tras las pruebas de ADN que le fueron practicadas.

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A sus 70 años de edad y con un par de viejas fotografías de su hermano en las manos -una del Servicio Militar y otra de su carné de identidad-, Manuel Ribero vuelve a desempolvar la trágica historia de Juan José y, en el punto exacto donde halló su cadáver, asegura a esta redacción que aún le quita el sueño su pérdida, así como saber que el asesino de su hermano sigue en la calle sin haber pagado por el crimen.Pero “lo peor de todo”, añade, es que después de 17 años el tiempo sigue pasando y “parece que el caso se lo haya tragado la tierra”. De hecho, afirma, “a mí no se me ha facilitado ni un solo documento del tema, ni tan siquiera el informe forense que me permita saber de qué y cómo murió exactamente mi hermano”.

“He ido durante todo este tiempo al juzgado de Ayamonte para intentar hablar con el juez; y a Huelva para intentarlo igualmente con la Guardia Civil, pero nadie me recibe ni me dice nada” apunta. Dada la situación “incluso he contratado abogados -prosigue- que hasta el momento tampoco han podido averiguar nada, ni acceder a documentación alguna relativa al caso de mi hermano”. “El letrado me comenta –asegura- que es el caso más raro que ha visto, que no se le ha dado nunca una situación en la que no aparezca ni un solo papel”.

“Mi hermano apareció muerto y amarrado con una cuerda. Yo fui quien lo encontró –señala- porque me dijeron que llevaba varios días sin ir a coger fresas a la finca donde entonces trabajaba. Vine a comprobar si estaba donde tenía los boliches, y cuando llegué ya hacía cuatro o cinco días que estaba muerto. Avisé rápidamente a las autoridades, y cuando llegó la Guardia Civil, el juez y el forense, me retiraron de aquí y no vi más a mi hermano ni supe nada más de él” atestigua.

Por otra parte, según pudo saber, y publicó, este periódico en septiembre de 2005 (cuatro años después del asesinato de Juan José), el caso estaba entonces archivado provisionalmente por el Juzgado Nº 3 de Ayamonte, a la espera de poder seguir su instrucción si se aportaban evidencias claras sobre la autoría de los hechos. Una posibilidad en aquel momento complicada dado el tiempo transcurrido desde el suceso, y los escasos resultados obtenidos a raíz de la investigación que dirigió el Grupo de Homicidios de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Huelva durante tres años, en la que trabajaron una veintena de agentes y en la que fueron practicadas más de 30 pruebas de ADN a los sospechosos, resultando un informe policial con más de 2.000 folios.

Según las fuentes policiales consultadas por esta redacción en 2005, durante la investigación se rastrearon todas las líneas posibles y se siguió la pista a todas las personas que rodeaban la vida de Juan José Ribero. Difícil tarea si se tiene en cuenta su escasa vida social y la lejanía y excesivo aislamiento y frondosidad de la zona donde fue asesinado, lo cual mermó la posibilidad de que algún testigo hubiese podido ver u oír algo aquel fatídico día.

A raíz de la investigación llevada a cabo por el Grupo de Homicidios de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Huelva, auxiliado por efectivos de los puestos de Cartaya y Ayamonte, poco se averiguó con certeza, salvo que en el asesinato intervinieron uno o más agresores que acudieron al lugar donde Juan José tenía los boliches con intenciones desconocidas, y que éste huyó corriendo hacia una cañada unos 200 metros más abajo, siendo perseguido. También se supo que en un principio les hizo frente, pero que debido probablemente a la superioridad numérica de los agresores huyó hasta esconderse entre la vegetación. Sus perseguidores dieron con él y como reveló la autopsia, le asestaron varios palos en la cabeza, para después ahorcarlo con una cuerda para asegurarse de dejarlo sin vida. Otro dato a tener en cuenta es que su cartera nunca apareció.

Tales indicios llevaron a pensar a los investigadores en el robo como móvil más probable. Hipótesis que, de ser cierta, hace más difícil el esclarecimiento del crimen porque de esta forma podría haber sido cualquier persona, independientemente de haber tenido o no relación con la víctima. La hipótesis cobra aún más fuerza al tener en cuenta que la última vez que se vio con vida a Juan José fue en una venta cercana a la finca donde trabajaba, de la que venía y en la que ese mismo día había cobrado. Según la policía la víctima podría haber sacado el dinero para pagar lo consumido en dicha venta, lo pudieron ver y seguir hasta el lugar de los boliches con la intención de robárselo, y finalmente lo podrían haber asesinado para evitar ser identificados.

Pero a pesar de todo ello, Manuel Ribero, “desesperado ya después de tanto tiempo” y “tras haber hablado con mucha gente durante todos estos años”, se muestra convencido de que “no se ha investigado lo suficiente”.

Según ha relatado a esta redacción, quienes asesinaron a su hermano “vinieron en un todo terreno o una furgoneta, hubo alguna discusión y le dieron bastantes golpes”. Igualmente afirma que en el escenario del crimen “se encontró un casquillo de bala que, tras ser analizado, resultó ser de un antiguo guarda del coto que no se hablaba con mi hermano. No se llevaba bien con él. Más bien era su enemigo. Y desde mi punto de vista eso no se ha investigado a fondo”.

Igualmente afirma que, según le dijo entonces la Guardia Civil, su hermano “fue asesinado y en el lugar se encontró un palo partido en dos, una cuerda y algo de ropa que no era de aquí, además del casquillo de bala”. Objetos de los que “se podrían haber cogido huellas”.

“Solo pido que alguien me ayude como sea –reitera señalando insistentemente hacia el punto exacto donde halló el cuerpo sin vida de su hermano- para que por lo menos se investigue a algunas personas que podrían haber sido los asesinos, y esto se resuelva”.

“Mi hermano era una persona que no tenía problemas con nadie. Él se dedicaba a hacer carbón y el año que lo mataron era la primera vez que había ido a coger fresas” asegura, a lo que añade que “lo único que quiero es que quien haya sido, que solo pudieron haber sido  las tres o cuatro personas que sabían que mi hermano estaba aquí, page por ello”. Y es que según concluye, “esto está muy escondido, muy retirado de las carreteras, y muy poca gente sabía que él estaba aquí haciendo boliches. Quien viniera lo conocía muy bien y sabía dónde estaba. Eso es seguro”.