Hasta un centenar de empleos directos podrían generarse a largo plazo en Isla Cristina haciendo un correcto aprovechamiento de uno de los recursos que se encuentran en el origen del nacimiento de esta localidad costera onubense: sus salinas marítimas artesanales.
Así lo concluye la tesis «Salinas y Turismo. Una propuesta de Desarrollo Local a través del Turismo en las Salinas. Estudio del caso de Isla Cristina», que ha elaborado el isleño Juan Manuel Cárdenas Rojas (35 años), diplomado en Turismo por la Universidad de Huelva; máster en Desarrollo Local y doctorado en Turismo y Desarrollo Local, cuyos contenidos y conclusiones ha dado a conocer recientemente entre sus vecinos como ponente en unas jornadas locales.
Las salinas marítimas artesanales de Isla Cristina «son un recurso viable y rentable para su desarrollo como producto turístico», ha indicado el joven isleño a HuelvaCosta.com, al tiempo que ha aclarado que su trabajo de investigación es el primero de su tipo centrado en su localidad natal, así como la primera tesis que relaciona directamente las salinas con el turismo. «No existe ningún otro trabajo de investigación que relacione directamente ambas actividades», asegura.
Como ejemplo, además de distintos casos de aprovechamiento para uso turístico tanto en España como en otros países, Juan Manuel Cárdenas se refiere a las Salinas Biomaris –antiguas salinas del Alemán-, en la propia Isla Cristina, que cuando retomaron su actual actividad en el año 2013 lo hizo con cinco trabajadores, y en la actualidad trabajan ya en ellas más de una docena de personas. «En poco más de cinco años, Salinas Biomaris ha redoblado su número de empleados gracias a la incorporación del uso turístico de sus instalaciones».
Sobre otros lugares del mundo donde se ha fomentado la actividad turística en base a sus salinas tradicionales, el isleño se refiere a Francia como «máximo exponente mundial». De dicho país destaca las salinas de Guérande, un municipio de poco más de 15.000 habitantes y que recibe anualmente 800.000 turistas gracias a las salinas. Guérande debe su fama a la flor de la sal y sus salinas cuentan con una plantilla de entre 280 y 300 personas gracias al complemento del turismo. Y es que en torno a estas salinas se ha desarrollado toda una industria turística centrada en la marisma, con una amplia oferta entre la que destaca museos, visitas guiadas a las propias salinas, tiendas, restauración o paseos en barco, a caballo o en bicicleta por las marismas.
En Inglaterra la tesis de Cárdenas se refiere a Maldon (municipio de unos 14.000 habitantes) muy conocido por su sal, en torno a la cual trabajan directamente más de medio centenar de personas. Maldon al igual que Guérande, cuenta con numerosos servicios destinados al turista salinero como veleros, barcos de excursión y de viajes por la zona, visitas guiadas a fábricas, rutas y senderos para ver la marisma o tiendas de souvenirs con todos los tipos de sal que elaboran.
Mucho más cerca geográficamente Cárdenas se refiere también en su tesis a las salinas de Castro Marim, en el Algarve de Portugal y junto a la frontera Hispanolusa con la provincia de Huelva, donde también se ha desarrollado una importante industria turística en torno a las salinas tradicionales. Entre la amplia oferta turística destaca el centro de interpretación La casa de la sal, visitas guiadas a las salinas, un spa a base de baños de sales y arcillas de la zona, incluyendo masajes, la experiencia de trabajar como salinero, y hasta clases de yoga y meditación en las salinas, sin olvidar una tienda de venta de sal y flor de sal.
Ya en nuestro país, el isleño analiza los casos de San Pedro del Pinatar (Murcia), en cuyas salinas trabajan casi un centenar de personas, y donde igualmente se ofrecen numerosos servicios turísticos en torno a dicha actividad; las salinas de San Vicente, en San Fernando; o las de Santa María de Jesús y su Centro de Recursos Ambientales Salinas de Chiclana, en Chiclana de la Frontera. En estos dos últimos casos, ambos en la provincia de Cádiz, se ha desarrollado en los últimos años un interesante turismo gastronómico, ornitológico, de rutas, visitas, o baños de salud, que ha consolidado más de una veintena de puestos de trabajo.
Todas estas experiencias las extrapola Juan Manuel Cárdenas Rojas a las posibilidades de Isla Cristina, municipio del que realiza un exhaustivo análisis y estudio, especialmente en relación a su actividad salinera, para concluir que la actividad turística en el marco de sus salinas tradicionales «podría generar hasta cien empleos directos en el largo plazo, haciendo las cosas bien, y siempre que haya una vinculación y colaboración público-privada».
Otros elementos vinculados al turismo salinero, según Cárdenas Rojas, son su sostenibilidad ya que esta actividad «no solo no daña al medio ambiente, sino todo lo contrario, contribuye a su conservación atrayendo cierta fauna y flora que no existiría sin las salinas», lo cual a su juicio «supone otro atractivo desde el punto de vista del turismo».
Lo primero que hace Cárdenas Rojas en su tesis es una valoración del recurso de la sal, y de su importancia a lo largo de la historia, lo cual da como resultado la existencia de determinados recursos que resultan idóneos para fomentar el turismo cultural. A continuación hace un estudio del turismo salinero a nivel internacional, nacional y regional, para concluir tratando con detenimiento el caso de Isla Cristina, con el principal objetivo de saber cómo puede influir la actividad salinera tradicional en el presente y el futuro del turismo de la localidad.
El principal potencial de Isla Cristina está en las Salinas Biomaris, donde además de la producción de sal se ofrecen baños de salud, turismo ornitológico y una tienda, pero que según Cárdenas Rojas podría completarse con «turismo de experiencia» ofreciendo al visitante la oportunidad de recolectar sal para que conozca de primera mano el oficio del salinero. Otra potencialidad, añade, es conectar con las salinas la amplia y variada oferta gastronómica existente actualmente en Isla Cristina.
«Si fuésemos capaces de conectar todos los recursos relacionados con la actividad salinera –concluye- potenciaríamos una de las riquezas patrimoniales más importantes de Isla Cristina ya que las salinas son fundamentales en la historia de esta localidad. Sin las salinas Isla Cristina no se hubiese fundado».
Como afirma Cárdenas en su tesis, la relación de la sal con el ser humano y su historia «constituye un capítulo de la humanidad velado por su carácter de necesidad obvia». Sin embargo, el abandono de salinas tradicionales, ante la competencia de las industriales «abre nuevos horizontes para considerar y redescubrir las salinas y la sal como portadores de valores culturales y recurso turístico para el desarrollo local».
SALINAS BIOMARIS
Manuela Gómez Santana es natural de Isla Cristina y regenta, desde hace ya casi dos décadas, las salinas que su padre puso en marcha en 1955 y en las que trabajo durante prácticamente toda su vida.
En principio su padre sólo trabajaba la sal de grano gordo, pero «la edad y el cansancio lo obligaron a dejarlo, decidiendo retomar yo la actividad hace casi 20 años bajo la marca de Salinas Biomaris», indica Gómez Santana.
«Nos costó mucho trabajo poner en marcha la actividad porque mientras mi padre vendía sin problema la sal a las fábricas salazoneras de la zona, cuando yo empecé éstas se echaron en cierto modo para detrás y dejaron de llevarse la sal de grano gordo», afirma Manuela Gómez, a lo que añade que «prácticamente tuvimos que tirarla durante tres años porque nadie confiaba en mí».
No obstante un experto de Sevilla «me abrió un día los ojos y me propuso comercializar la flor de sal, que por cierto yo no tenía ni idea de lo que era». Manuela Gómez se asesoró al respecto y descubrió que la flor de sal era la que su padre iba a la salina a tirar por las tardes «porque decía que era la capa que quedaba en la superficie y que evitaba que la de grano gordo se hiciese antes. No tenía entonces ningún valor». A raíz de este descubrimiento Manuela comenzó a recogerla, le hizo las analíticas correspondientes y descubrió que se trata de una sal muy baja en cloruro sódico y bastante rica en yodo, flúor o magnesio.
Tras numerosas gestiones «fuimos la primera salina artesana a nivel nacional que empezó a recoger flor de sal, escamas de sal y magnesio, poniendo en valor prácticamente todos los productos que puede generar una salina marina».
Actualmente Salinas Biomaris comercializan una amplia gama de productos, todos derivados de la sal, siendo el principal la flor de sal, que es la nata que se queda flotando en la superficie del agua de la salina y que es muy delicada a la hora de recoger; escamas de sal, un poco más consistentes que la flor; sal de grano gordo, que es la que se genera en el fondo de la salina; o un tipo de salmuera o sal de magnesio para uso cosmético que vende a una empresa alemana.
Hace pocos años también ha puesto en servicio en la propia salina un lago de magnesio para baños de salud ya que se trata de un elemento muy beneficioso para determinadas dolencias. Igualmente ofrece baños de fango para aquellos que quieran ponerse cataplasmas de este material, también muy beneficiosas para algunas dolencias, así como mascarillas exfoliantes en la cara y el resto del cuerpo. También comercializa flor de sal artesana y sin conservantes, colorantes o saborantes, con hasta 35 aromas naturales, que ha ido incorporando en función de las demandas de los propios clientes.
LA SAL Y LA HUMANIDAD, UNA HISTORIA COMPARTIDA
La sal siempre ha sido de suma importancia para el ser humano. En la prehistoria tiene un origen disperso, según los restos arqueológicos la primera mina explotada se encuentra en Hallstatt (Austria), donde se hallaron cuernos de ciervos utilizados probablemente para extraer la sal en el 6000 a.C. y su influencia pudo haberse extendido a otras regiones como Cardona (España) en el 5000 a.C., con herramientas más eficaces.
En relación a las fuentes escritas, el primer texto nos lleva al siglo IX a.C. con el emperador Huangdi (China), el cual narra un milenio antes como se comerciaba y producía la sal. Las civilizaciones más importantes con respecto a la sal son la china, la egipcia, la celta y la romana. Todas ellas comerciaron y utilizaron la sal para sazonar, así como para conservar los alimentos, además de para embalsamar a los muertos como en el caso de la egipcia. Otro hecho relevante desde el punto de vista histórico ha sido la creación de rutas de comercio, por ejemplo la Alte Salztrabe en Alemania o la famosa ruta de la sal en Roma.
Los primeros indicios de la utilización de la sal se encuentra en la civilización china, en al año 2000 a.C., en la zona de China central, donde se extraía de minas, según constatan documentos escritos de la época.